
Desde los primeros años de vida, los niños están en plena construcción de su mundo emocional, y en ese proceso, el vínculo con los animales puede jugar un papel maravilloso. No se trata solo de tener una mascota: se trata de lo que ese lazo representa en términos de afecto, cuidado, confianza y aprendizaje.
Distintas investigaciones psicológicas han confirmado que convivir con mascotas, como perros, gatos o incluso conejos, no solo despierta ternura en los más chicos, sino que también estimula valores fundamentales como la empatía, la responsabilidad y la seguridad emocional. La American Academy of Child and Adolescent Psychiatry, por ejemplo, sostiene que los niños que crecen con mascotas desarrollan habilidades sociales más sólidas y una mayor sensibilidad hacia las emociones ajenas. Cuando un niño alimenta a su perrito o se sienta a hablar con su gato mientras juega, no solo se divierte: está aprendiendo a cuidar, a leer gestos no verbales, a establecer vínculos con respeto.
Este tipo de relación, además, puede tener efectos terapéuticos reales. Según estudios publicados por el National Institutes of Health (NIH), interactuar con animales reduce los niveles de cortisol (la hormona del estrés), mejora el estado de ánimo y refuerza la sensación de compañía. En un mundo donde los estímulos digitales a veces reemplazan el contacto humano, abrazar a una mascota se vuelve un acto de presencia y conexión genuina.
Incluso el concepto que los niños tienen de sí mismos puede verse fortalecido por este tipo de relación. Una tesis desarrollada en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC) halló que los niños que manifiestan un apego positivo hacia sus mascotas suelen tener una percepción más saludable de su propia identidad. Cuidar, jugar, hablar o simplemente observar a su mascota les permite proyectar emociones, sentirse útiles y entender que su cariño tiene valor.
Por supuesto, este vínculo necesita ser guiado. Enseñar a los más pequeños a tratar con respeto y cuidado a sus animalitos es clave para que la convivencia sea segura para todos. El sitio científico de Royal Canin lo explica claramente: la relación niño-animal debe construirse desde el respeto mutuo, con supervisión y con espacios para que ambos puedan expresarse sin miedo.
En definitiva, tener una mascota no es solo tener un animal en casa. Es abrir una puerta a momentos compartidos, aprendizajes naturales y una forma de ternura que enseña sin palabras. Un perrito que espera en la puerta, un gatito que se acurruca o un conejo que acepta ser acariciado, se convierten en parte de las historias más dulces de la infancia.
Y eso, sin dudas, deja huella para siempre. 🐶🐱💛